Hacer un escrito breve y ameno sobre un producto cuya presencia se remonta a más de tres mil años, y que, al mismo tiempo, haya tenido una incidencia tan importante en la economía de nuestro país en los últimos quinientos años, es de por sí una tarea atrevida. De todas maneras vamos a tratar de abarcar ambos conceptos.

El tabaco, cuyo nombre científico es «nicotiana tabacum»,y de acuerdo a investigaciones antropológicas, los científicos de vegetal han determinado que la hoja del tabaco se originó en la zona andina entre Ecuador y Perú, los primeros cultivos datan de por lo menos tres mil años aC. Al momento de la colonización, el consumo del tabaco estaba extendido en casi toda América. Los colonizadores encontraron con asombro, que además de fumarse, el tabaco se aspiraba por la nariz, se masticaba, se comía, se bebía, se untaba en el cuerpo, otras investigaciones también señalan que se usaba en gotas para los ojos y se usaba en enemas.

Tribus como los mayas, usaban el tabaco en rituales religiosos, otras, en ritos para soplarlo a los guerreros previo a las luchas; se esparcía en los campos antes de las cosechas. También, hasta las mujeres lo utilizaban antes de una relación sexual; y tanto hombres como mujeres lo utilizaban como un narcótico. Como hemos visto en innumerables películas, ha servido para sellar pactos de amistad y constituirse en un símbolo de paz entre tribus y pueblos, la famosa frase «fumar la pipa de la paz».

Los historiadores han señalado que fueron Rodrigo de Jerez y Luis de la Torre, compañeros de Cristóbal Colón en su primer viaje, los primeros occidentales en conocer de su existencia. Cristóbal Colón lo hace anotar en su «Diario de navegación del primer viaje» en que registró las primeras observaciones acerca del tabaco. Y, fue a partir de ese momento, que no hubo cronista o viajero que pasara por alto esta extraña costumbre y rito de echar humo por la boca y nariz, la cual no era conocida en el viejo mundo. Todas esas observaciones no solamente del tabaco, sino de las costumbres de nuestros aborígenes, fueron plasmadas en las obras de Gonzalo Fernández de Oviedo y más específicamente en las de Fray Bartolomé de las Casas, y su obra «Apologética Historia de las Indias».

Según los historiadores de la época, el tabaco fue introducido a España por el marinero Rodrigo de Jerez, pero, para su desgracia fue detenido y encarcelado por la Iglesia Católica, durante ese período negro de la historia medieval llamada «La Inquisición», siendo acusado por ésta, de brujería, bajo el argumento de que «sólo el diablo podía dar el poder de echar humo por la boca».

La inestabilidad política en Europa (guerras entre España y Francia e Inglaterra) de los siglos XVII y XVIII las cuales afectaron directamente las actividades sociales y económicas sobre nuestra isla Hispaniola, y con ello, claro está, la producción y comercialización del tabaco, el cual junto con la madera y las pieles (cueros) llegaron a ser el soporte más importante de la economía de esos tiempos.

Como veremos más adelante, considero que desde el llamado descubrimiento hasta la independencia, y aún, después de ella, no hubo ninguna otra isla del Caribe y del territorio continental de América, más agredida y asaltada, vilipendiada y ultrajada que la nuestra. No solamente por todas las grandes potencias de entonces, España, Francia, Estados Unidos, sino además, por bucaneros y filibusteros, y hasta por un inglés cuyos robos y asaltos a nuestra isla fueron premiados por la corona inglesa, otorgándole nada más y nada menos que el título de Sir, ese fue Francis Drake. Todo esto en adición a la dominación haitiana durante 22 años. Estas constantes agresiones y sometimientos fueron la causa, a mi entender, de las desgracias que provocaron el atraso y la pobreza en la isla de Santo Domingo en comparación con otras islas del Caribe. Ya que, sin una estabilidad política y social, no podía haber concentración para la inversión, la producción y la riqueza.

No hubo pues, paz y sosiego para la isla de Santo Domingo en casi cuatro siglos. El tabaco, como una de las fuentes de producción y empleos que tenía la isla de Santo Domingo, ha tenido, como el teatro griego, sus risas y sus llantos.

Durante el siglo XVII el cultivo de tabaco fue seriamente afectado por las conocidas despoblaciones y las devastaciones ordenadas por la corona y ejecutadas por el gobernador Osorio en 1605 y 1606, las cuales eliminaron muchos cultivos de tabaco. Y, para desgraciar más la suerte de los pobladores de la parte oriental de la Hispaniola, se emitió una disposición real que prohibía el cultivo del tabaco. Fueron tiempos de penuria y de miseria profunda, en un período que los historiadores han llamado de la «España Boba». Aunque la economía estaba fuertemente deteriorada, se siguió produciendo tabaco y contrabandeándolo con ingleses, holandeses y franceses y, con nuestros vecinos, luego del establecimiento de Saint-Domingue en la parte occidental de la isla, a raíz del tratado de Ryswick en 1697.

Un nuevo apogeo para el tabaco tuvo a partir del siglo XVIII, específicamente el 12 de octubre de 1763, en el cual, mediante una Real Orden fue creada en la colonia una factoría de tabaco. Es mediante esta orden que se entiende que nuestra colonia, así como, Cuba México, Venezuela y Perú, iban a suplir de tabaco en ramas a España, específicamente en Sevilla donde iban a ser convertidos en cigarros. Ya para 1771 se reportaba que la factoría de Santo Domingo suministrara 60,000 libras de tabaco en ramas.

Pero de nuevo los acontecimientos políticos en Europa afectaron a la colonia de la isla de Santo Domingo. Se desencadenan guerras entre España y Francia, y con la victoria de esta última, se firma el Tratado de Basilea en 1795, que ponía en manos de Francia toda la isla, provocando inmediatamente la ruptura con los suplidores españoles de Sevilla, y, claro está, una sensible baja en la producción y comercialización del tabaco, y con esto, el desempleo y el aumento de la pobreza.

Años más tarde, tuvimos el dominio por parte de Haití, país que obtuvo su independencia de Francia en 1804, siendo la primera independencia de América, después de la de los Estados Unidos. Durante ese período del dominio haitiano, el cultivo del tabaco registró un aumento como nunca antes se había conocido. De acuerdo a los datos históricos indicados por el Dr. Franklin Franco en el libro Historia Económica y Financiera de la R.D., en 1841, las exportaciones de tabaco ascendieron a $3,219,690, una cantidad impresionante, ya que superó en más de veinte veces las exportaciones hechas en el período colonial entre 1810 y 1822.

Una penalización económica establecida por Francia, que obligaba a pagar al recién creado Estado Haitiano unos 150 millones de francos por las propiedades perdidas por los colonos franceses, hizo que el presidente Boyer estableciera, entre otras disposiciones, un sistema impositivo convulsivo que los dominicanos entendieron injusto y abusivo, hecho que sumado a otras decisiones, como el Código Rural, provocaron un descontento general que fue aprovechado por Duarte y los trinitarios para preparar el clarín de la independencia el 27 de febrero del 1844.

Los acontecimientos derivados de la lucha por la independencia originaron una escasez de mano de obra, ya que una buena parte de los hombres del campo tuvieron que integrarse a los batallones por la lucha de la independencia. Esto afectó muchas actividades productivas, entre ellas, la siembra y comercialización del tabaco, aunque en menor medida que otros renglones, ya que las batallas más importantes fueron en la región sur (Batalla de Santomé; la Batalla del 19 de Marzo en Azua).

A partir de la independencia, el tabaco continuó su desarrollo, y aunque se sembraba tabaco en buena parte del territorio nacional, era en el Cibao, específicamente en La Vega y Santiago, donde se producía la mayor cantidad y calidad. Tenía también otra característica, que en el cultivo y producción del tabaco se involucraban grupos familiares y artesanales, haciendo esto una «distribución de la riqueza más equitativa y participativa». De acuerdo a Juan Bosch, en su libro «Composición Social Dominicana», fueron los productores de tabaco y sus características de producción y comercialización que crearon los primeros grupos que conformarían la naciente pequeña burguesía dominicana.

Otro hecho trágico para nuestro país, la anexión a España, trajo consigo nuevas restricciones y control sobre la producción de tabaco. Pero una infortunada información que comenzó a correr en ese período de dominio español, señalaba que estos pensaban volver a introducir la esclavitud en nuestro país. Todo este estado de intranquilidad y desasosiego hizo estallar el movimiento Restaurador, el cual auspiciado y financiado por los grupos de poder en Santiago y las zonas aledañas, entre ellos los cosecheros y andulleros de tabaco, los cuales veían amenazada su condición de pequeños burgueses, como señala Bosch.

Fue tal la importancia y la transcendencia del tabaco en la sociedad dominicana que fue descrita por Pedro Francisco Bonó en sus «Apuntes sobre las clases trabajadoras dominicanas» (1881). Bonó señaló que el tabaco era la base de nuestra infantil democracia por el equilibrio en que mantenía a las fortunas de los individuos. Aseguraba Bonó, a quien se le llamaba el «intelectual de los pobres», que el tabaco era el motor de la pequeña agricultura y ésta a su vez uno de los puntales de nuestro desarrollo económico.

Entre los presidentes fumadores tenemos a Pedro Santana, el cual fumaba una especie de andullo y picadura de tabaco en una pipa o cachimbo. Y el presidente Ulises Heureaux (Lilís) , quien fumaba puros, tanto nacionales como cubanos.

Ya para la entrada del siglo XX, había varias fabricas de tabaco, entre las principales estaban «La Aurora», empresa privada fundada en 1903 por Don Eduardo León Jimenes, que llegó a tener en pocos años unos 100 cigarreros; La Compañía Anónima Tabacalera, fundada el 25 de junio de 1914 y que fue, durante muchos años, la mayor empresa tabaquera y cigarrillera del país, llegando a tener 200 cigarreros en sus inicios. También estuvo la empresa tabacalera «El Gallo» que tenía unos treinta cigarreros.

En cuanto a la exportación de puros, la República Dominicana no era un exportador importante en el 1966. Es con el triunfo de la revolución cubana y establecimiento del régimen comunista de Cuba, que se establecen en el 1970 las más importantes marcas de puros, y con ello crean una nueva mística en la producción de puros, con nuevas mezclas de tabacos, capas y capotes extranjeras y un riguroso control de calidad. Así como, una variedad de vitolas y el establecimiento de un nuevo concepto en el mercadeo de tabacos finos.

Estas marcas nuevas que se producían bajo el régimen de zonas francas, al principio no se podían obtener en el mercado nacional. Más adelante se permitió la comercialización en todo el territorio y aprovechando la nueva industria que se estaba desarrollando: el turismo.

Sin embargo, los productores dominicanos, tuvieron otra embestida que hizo disminuir y tambalear la siembra, producción y venta de tabaco para las exportaciones, cuando en el gobierno del Dr. Salvador Jorge Blanco (1982-1986) se impuso un impuesto del 36% a las exportaciones del café, azúcar, cacao y claro está, del tabaco, por «los buenos precios» que se tenía en esos momentos en los mercados internacionales. Esta perversidad en contra de los productores fue desmontada en su totalidad por el gobierno del presidente Joaquín Balaguer (1986-1990).

Como dijimos anteriormente, es en los finales de la década de los sesenta cuando se establecieron las principales fábricas de marcas extranjeras en el país, todo ello trajo nuevas tecnologías y conocimientos para la fabricación de puros, y mirando en retrospectiva, es justo y oportuno señalar, que la entrada de todas esas fábricas hizo «despertar» a la industria tabaquera nacional, ya que visualizaron el potencial de la calidad del puro dominicano en los mercados extranjeros y la creación de un mercado en el país.

Lo más impresionante que se puede mostrar es, que si tomamos en cuenta que para la década de los 70 nuestro país casi no exportaba nada de tabacos y que, para el año 1994, o sea, solamente veinticuatro años después, la República Dominicana se convertía en el mayor exportador del mundo de cigarros (puros) hechos a mano: (90) noventa millones de unidades frente a (55) cincuenta y cinco millones de Cuba. Para el 2009 exportamos cerca de trescientos cincuenta millones de puros, por lejos el mayor productor de tabacos del mundo.

Esto ha desarrollado una gran cantidad de artesanos, vendedores y especialistas en tabacos de diferentes clases que viven y se han desarrollado gracias a la manufacturación del tabaco, impactando económicamente de manera positiva en muchos pueblos y regiones.

Gracias a todo ese crecimiento se ha desarrollado una cultura tabaquera que ha permitido que continúen las investigaciones para mejorar el tabaco del país. Pero además, se encuentran en desarrollo plantaciones para producir la capa del cigarro, las cuales son importadas mayormente de Ecuador, Connecticut y Camerún. Así que, no nos sorprendamos si en un futuro cercano tenemos la capa dominicana entre las más selectas del mundo.

Mientras tanto, siéntese en su mejor sillón y encienda un buen puro dominicano, acompañado de su bebida favorita.